jueves, 2 de octubre de 2008

Insensibilidad

Alguien me dijo insensible, lo hizo con un halo de coraje y despecho, con una mirada de reproche que relamente me asustó, fue la gota que derramó el vaso.
Me propuse analizar las novedades sucedidas últimamente en mi vida y me di cuenta que no he llorado en meses, que las pelis cursis no me provocan ojos humedos, que los nudos en la garganta cuando veo viejitos solos en las calles pidiendo dinero no han aparecido.
Anoche me aventé la película "La Vida es Bella", aunque la disfruté como siempre, no pude llorar, hace varios periodos que no me da por explotar en chillidos, así de la nada, y no es que extrañe con nostalgia las lágrimas y las escenas chillonas que en una servidora eran muy comunes, lo que sucede es que me da miedo el término "insensibilidad" sobre todo en el contexto en el que ese alguien me lo dijo; me da miedo la frialdad y el desapego de los sentimientos "importantes".
No extrañé a mi madre ahora que se fue más de una semana de vacaciones, y no es que me hiciera feliz su ausencia simplemente me sentía bien, agusto, realmente me dieron más miedo esos ojos, reprochándome, fúricos, nunca los había visto así.
Hoy en la mañana me di cuenta de que no puedo ser insensible, jamás podría hacerlo, simplemente superas las cosas, las superpones por encima de otras, aunque hay cosas que no puedes superar, en mi caso son los niños sufriendo.
Hoy en la mañana en el recorrido de casa-trabajo de siempre, tuve que hacer un semáforo que rara vez me toca hacer (calle Ignacio Mejía), cuando voltié vi una casita pequeña que anteriormente había visto de reojo, se me hicieron raros un par de hules con diseño como de alberquitas inflables tendidas en el suelo, cubrían dos bultos pequeños, echos bolita, el ruido de los coches hicieron que esos bultitos se movieran, de prónto quitándose de encima los hules, salieron dos niñas pequeñas, tal vez 4 y 2 años, sucias, despeinadas, la niña más grande tomó a la pequeña entre sus brazos y empezó a arrullarla, veía los coches con algo de reproche por haber despertado a su hermanita, tal vez le había costado trabajo dormirla por muchas razones, hacía frío, dormir en el piso no era muy cómodo tal vez, cubrirse con dos hules humedos por el rocío de la madrugada menos!, la volvió a cubrir con uno de los hules, recargada en la pared de la casa con vidrios rotos en ambas ventanas y la puerta cerrada; el clima era bastante fresco, muy aparentemente temblaba.
Cambió el semaforo en verde, la niña todavía con ojitos de sueño y desesperanza veía los coches alejarse, yo veía la escena por el espejo retrovisor, las lágrimas comenzaron a brotar enseguida, no iba maquillada así que me valió, el corazón se me estrujó, se me hizo pasita y pensé enseguida lo diferente que lo estarían pasando otros niños, en una cama calientita, una casa con aroma a desayuno y con unos padres pendientes de ellos, pensé también que traer hijos al mundo para muchos pueden ser una bendición, para otros un crímen y un perfecto error, sobre todo si los llegan atener en la condición en la que vi a esas dos pequeñas o peores.
No soy insensible, me dí cuenta que hay cosas que puedo superar, situaciones, escenas, personas, momentos, puedo superar miradas, puedo superar reproches, muchas cosas se que simplemente no las puedo entender, pero tal vez nunca tengan respuesta, por eso me limito a llorar y compadecer aunque crea que no sea lo mejor que deba hacer.
" Las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible".
José Saramago. Ensayo Sobre la Seguera.

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