martes, 27 de marzo de 2007

El beso de la muerte

Estoy muy encabronada conmigo misma, pocas veces lo llego a estar, pero ésta vez creo que me pasé, ayer ví a ojos, nos quedamos de ver en el centro médico, 6:30, llegué a las 6:40, antes de eso envié un mensaje avisando que iba en camino, claro que al llegar al punto acordado ojos no estaba ahí, busque con mi mirada nerviosa y nada, el tipo aún no llegaba, todo mundo me miraba de una forma muy extraña, o era un alucine por los nervios que ese encuentro me producía, no estaba dispuesta a seguir sentada en aquella silla verde de recibidor con esa avalancha de miradas y conversaciones extrañas a mi lado, justo cuando me ponía en pie para huir, entró ojos doblando la esquina, muy quitado de la pena, feliz, con una sonrisa babosa, pero a la vez encantadora y letal, me buscó con la mirada, no tardó mucho en encontrarme, así que se dirigió hacia mi, estaba sentada, rápidamente cambié de opinión, decidí quedarme, así que esperé hasta tenerlo justo enfrente de mi, me besó cariñosamente, ¿Cómo estás? - Bien ¿y tú?- Bien, ¿tienes mucho esperando? -Algo-. ¿Cómo sigue Roberto? -Ps a eso vengo, quieres subir conmigo o prefieres esperarme aquí? Mmmmta -¿Más?- Pues si, aquí te espero? Después de 20 minutos bajó nuevamente, ¿Cómo está el Profe? Muy bien, ya está desconectado, lo encontré bañado, recién afeitado y viendo películas en su DVD. -¡Qué bueno, me da muchísimo gusto!
Platicabamos acerca de Rober mientras me tomaba de la mano y caminabamos al estacionamiento, su maldito teléfono volvió a sonar nuevamente, la verdad me sentía divina a su lado, eramos la pareja perfecta lo eramos hasta que de prónto terminó la llamada, colgó y guardó su teléfono, buscó mi otra mano y me dijo -Muchas gracias amor por haber venido- intentó besarme nuevamente, voltee mi rostro indignada, solté su mano y caminé hacia mi auto, me siguió con una pregunta detrás, ¿qué te pasa? Más apresurada que indignada intenté abrir la puerta y, entré cuando pude inmediatamente y heché a andar el motor, corrió por el lado del copiloto sin hacer le mínimo intento de subir al coche, con toda la seguridad del mundo de que le iba a abrir, yo lo miraba desde dentro con una rrabia tan aguda que estuvieron a punto de salirme todas las lágrimas del mundo, -Abreme!- me dijo, -Quítate de mi camino inmediatamente por que no respondo!-
Pues atropéllame si quieres... no me voy a quitar. El botón de esa puerta, no se si afortunada o desafortunadamente, estaba botado, cuando se dió cuenta no dudó en abrirla y subió.
El barullo del estacionamiento, el claxon de los automóviles, las conversaciones de enfermos e historias desahuciadas y las sirenas de las ambulancias, se convirtiéron en un silencio sepulcral, denso y a la vez tranquilizante, buscó mi mano derecha y la tomó con tanta fuerza y ternura que me hizo volver el rostro y contemplarnos por cerca de 5 minutos, se acercó a mi y no pude más que abrazarlo, fuerte y prolongadamente, hicieron contacto mi lóbulo de la oreja derecha con el suyo, mi cien con la suya, y mi mejilla con la suya, cuando lo iban a hacer nuestros labios me retiré y le pregunté: ¿estás seguro de lo que vas a hacer? -Si-, me respondió, te quiero besar, me muero por hacerlo. Le dije:
-Besar a una mujer despechada y dolida, con el estado anímico por los suelos produce el mismo daño que una víbora se produce por tragárse su propio veneno- Dudó un poco e hizo el intento a un lado, miró profundamente mis labios, mis ojos y nuevamente mis labios, me tomó de la nuca y me aferró hacia él propinándome un enórme y cálido beso.

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